lunes, 7 de noviembre de 2011

Reflexiones sobre la actitud en el marketing educacional

En esta especialidad del marketing educacional muchas veces me encuentro con que el equipo de marketing de las instituciones académicas escucha mis opiniones, conceptos y orientaciones y afirman comprender lo que es este proceso estratégico. pero al momento de ejecutar las estrategias hacen otra cosa o piden mil opiniones al interior de la organización que al final confunden el objetivo final porque todos tienen algo que decir, olvidando que dos aspectos son fundamentales: primero, tener un excelente producto académico que ofrecer y segundo, tener orientación al mercado, es decir, al postulante y a la competencia.

Por otra parte, en este tema no basta con hacer lo que hay que hacer sino que se requiere, en la personas, una actitud especial para enfrentar el marketing: estar atento a cada situación y respetar el cronograma de trabajo planificado con antelación. Objetivos claros en el corto y largo plazo y centrarse en las personas tanto dentro como fuera de la organización. Inculcar la idea del esfuerzo extra en el equipo de la institución educacional. Meticulosidad y presión todo el tiempo. Ser amante de las zonas estratégicas y las responsabilidades colectivas.

Es fundamental prepararse en la faceta ofensiva y defensiva, siempre de acuerdo a la competencia directa, y a partir de esos antecedentes trabajar en el crecimiento institucional. También, intuir lo que va a pasar desde la observación, es una forma de optimizar el trabajo. No apartarse del camino: sólo vale el esfuerzo superior porque el éxito no cae del cielo. Todos atacan a la competencia directa y todos defienden a la institución.

La improvisación y a la irrupción del azar, se deben reducir al mínimo. Pero todos estos principios pueden resultar ineficaces cuando quién los entrega lo hace sin motivación y convicción. La idea del esfuerzo extra apunta a llegar al objetivo, de lo contrario se cae en la improvisación algo muy común cuando a algún directivo se le ocurre una idea que le parece genial e impone ejecutarla transgrediendo la planificación, que es diferente a aprovechar las oportunidades que ofrece el mercado.

El proceso estratégico lo realizan los directivos y el personal, día a día. Los controles de calidad en los procesos formativos académicos y métodos de gestión estratégica deben madurar de manera tal que se pueda intentar abordar con medios propios proyectos de liderazgo de alta complejidad. Pero la idea más fundamental es la “mentalidad ganadora” en el personal de la institución.

La estrategia se concreta planificando el trabajo, analizando, procesando datos y generando indicaciones estratégicas y tácticas. No se gestiona la institución, sino su imagen y su marca.

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