jueves, 28 de enero de 2016

Directivos educacionales “anclados” en el pasado y estudiantes “viviendo” hacia el siglo 21.


¿Enseñar con metodologías del siglo 18 a estudiantes que nacieron con la tecnología? El momento de hacer cambios metodológicos llegó hace mucho tiempo.

 
Los colegios, las universidades y todos los centros educativos son sólo espejismos si no cuentan con la presencia de estudiantes y profesores, dos grupos humanos cuya situación simultánea es necesaria y prácticamente suficiente al momento de desarrollar la tan mentada “academia”. Dos grupos humanos, básicamente y en esencia eso es lo que son, pero compartiendo con un abismo de distancia Personas con motivaciones, necesidades y sueños totalmente diferentes que simplemente confluyen en un mismo espacio. Sin embargo el pensamiento mágico de quienes muchas veces dirigen y enseñan en las instituciones educativas los hacen ver como masas amorfas que totalmente desprovistas de cualquier singularidad, únicamente “deben seguir la norma establecida”.

Cuántas veces en nuestros países hemos escuchado quejas sobre los sistemas educativos y sobre los modelos académicos que pecan por tradicionalistas y hasta arcaicos, pero cuando existe la posibilidad del cambio hacia una visión moderna, más desestructurada y y con una visión que potencia la libertad de los protagonistas, resurge la negativa, mostrando un apego casi enfermizo hacia patrones con los que crecimos y que evidentemente hoy por hoy ya están “totalmente obsoletos”.

El aprendizaje sólo es posible cuando “participa el que aprende”, es decir, cuando tiene la posibilidad de lograr conocimiento con sus propios medios, cuando tiene el albedrío de escoger contenidos, de escoger alternativas y posteriormente traspolarlos a realidades. La mentalidad tozuda y fijada en el pasado de que es el profesor o lo que es peor, es la unidad educativa la que tiene la receta del éxito para alguien más, me parece peligrosa, pues un principio de lógica básica nos lleva a pensar que el éxito, el futuro, las capacidades y obviamente el conocimiento, radican en el interior de cada ser humano, de ese joven que al ingresar a un sistema de escolaridad mediado por la irracionalidad de los otros, lo obligan a pensar como ellos, a comportarse de igual manera y lo que es más dramático, a cerrar sus posibilidades mentales a nuevas y auténticas formas de aprendizaje y conocimiento.

El pensamiento ortodoxo hace que se convierta en misión imposible la fusión entre calidad académica, flexibilización curricular y modernidad metodológica y al parecer todavía muchos directivos y académicos no logran entender cómo funciona. El habitual expediente académico tienen que ver con la desconexión que existe entre lo que se enseña en la universidad y el trabajo se realiza en la vida real. Las habilidades que se piden en la universidad son muy diferentes a las que se necesitan en el campo laboral. Y eso no tiene que ver con lo “que” se enseña sino “como” se enseña, es decir, el tema es una metodología empleada  que esté acorde con los tiempos actuales. Y eso es lo que todavía no logran entender.

Se necesita una forma nueva de enseñar para estudiantes que les guste averiguar cosas para las que no hay una respuesta obvia. Algo que no se está entrenando en la universidad. Muchas instituciones son ese espejismo artificial, una burbuja que premia a unos a otros en función de criterios pomposamente llamados académicos: libros, sacarse buenas notas hacer  lo mismo de siempre, escribir en cuadernos, puntualidad en el horario, programas rígidos, cumplimiento de los contenidos ¡como en el colegio! ¿Y  dónde está el pensamiento reflexivo y crítico? ¿la creatividad? ¿el emprendimiento? ¿la iniciativa personal? ¿la discusión para crear algo nuevo? ¿el aprender a mirar más allá de lo que existe?  Curiosamente los alumnos de este tipo no son los que suelen tener éxito en la universidad porque mentalmente no están en el sistema tradicional.

Por otra parte, la mejor estrategia de los que fracasan en la vida laboral es esa zona de confort para sacar buenas notas sabiendo lo que suele preguntar el profesor en cuestión, y qué tipo de respuestas está esperando encontrar en un examen. Se preparan alumnos  específicamente entrenados para tener éxito solamente en el ambiente académico. Para el alumno de estos tiempos es mucho más interesante, entretenido y motivador resolver problemas para los que no hay una respuesta obvia.

Mentalidades pequeñas, subdesarrolladas y completamente cerradas a nuevas alternativas son las que manejan los sistemas académicos, queriendo hacer calzar procesos de siglos pasados con personas de este siglo sin poder entender que las necesidades migran, que las sociedades desarrollan y que los cerebros evolucionan.

Es increíble pensar que ni siquiera por empatía o por propio recuerdo vivencial seamos capaces de cambiar las cosas en cuanto a educación se refiere, aunque pensándolo bien, al ser humano le cuesta mucho cambiar en términos generales y si este esfuerzo además es para que el beneficiario sea otro…. la tarea se complejiza más. Y después lloran porque hay deserción. Son dos grupos humanos conviviendo de manera diferente.